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Salvilla 
Fábrica de loza de Bogotá 
Cerámica moldeada, pintada por transferencia y vidriada 
11 x 27 cm 
c. 1840 

 

La colección del Museo Colonial cuenta con casi treinta piezas manufacturadas en cerámica entre los siglos XVIII y XIX. Estas son hoy vestigios de elementos de la vida cotidiana neogranadina y de los gustos que adquirió la población local de entonces. 

Los bienes en cerámica, al igual que los de vidrio o porcelana, se tenían en muy alta estima, tanto que su presencia en casas, conventos e iglesias se registraba en detalle en inventarios, testamentos y otros documentos de la época. Durante estos siglos, la loza se importó a Santafé desde Europa y Asia.  

Ya en 1832, se fundó la Sociedad de Industria Bogotana, buscando impulsar con ella la producción de bienes manufacturados en el país. La iniciativa se alineaba con los ideales de construcción de patria, libertad y democracia, que años antes inspiraron la Independencia. Dos años más tarde, en 1834, se abrió oficialmente la Fábrica de Loza de Bogotá, uno de los primeros intentos, tras la Independencia, por suplir la demanda local de loza fina de la ciudad. Para su funcionamiento, se instalaron equipos e insumos importados de Inglaterra; también de allí, llegaron dos especialistas encargados de entrenar a los operarios locales en las labores necesarias para lograr una producción significativa. La fábrica estuvo en funcionamiento hasta inicios del siglo XX 

Dos de las piezas de la colección del Museo Colonial se produjeron en esta allí. Una de ellas es esta Salvilla, tipo de bandeja que se eleva de la superficie gracias a un soporte en forma de pie. Las salvillas se usan para servir alimentos, sostener otros recipientes de menor tamaño o para decorar la mesa. Entre los detalles de esta pieza destaca especialmente el motivo ornamental central, que muestra personajes, paisajes y motivos bogotanos, algunos de ellos basados en pinturas de José Manuel Groot, reconocido artista y caricaturista de esta ciudad. 

 

En nuestro territorio, el oficio de la cerámica tiene orígenes ancestrales: en muchas comunidades indígenas los ceramistas ejercían su oficio como parte de una tradición asociada a lo simbólico y a lo sagrado. Ahora bien, la producción fabril de vasijas, loza y de otros elementos en cerámica inició en muchas regiones del país durante el siglo XIX. Tal fue el caso de El Carmen de Viboral, municipio de Antioquia donde, desde 1898 aproximadamente, Eliseo Pareja fundó la Locería del Carmen. La afluencia de fuentes hídricas en la zona facilitó la instalación de molinos y tornos movidos por agua, para trabajar con ellos la arcilla. 

Las piezas producidas en este municipio antioqueño, famosas por sus decoraciones pintadas a mano, alcanzaron gran reconocimiento, en consecuencia, El Carmen de Viboral se convirtió, para mediados del siglo XX, en el principal distribuidor de vajillas de todo el país. Así, se abrieron otras locerías en el municipio y el oficio se convirtió en una importante forma de subsistencia para las familias de la zona. Por sus más de cien años de tradición y por su riqueza cultural, la cerámica de El Carmen de Viboral se incluyó en la Lista Representativa de Patrimonio Cultural Inmaterial del país, en 2023. ​



Equipo Curaduría