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San Francisco de Asís
Anónimo quiteño
Madera tallada y policromada
44 x 13 x 17 cm
Siglo XVIII
 
San Francisco, patrono de Italia, nació en Asís con todos los privilegios que le otorgaba pertenecer a una familia adinerada de comerciantes. Optó, sin embargo, por llevar una vida sumamente austera, dedicada a la oración. Su ejemplo de abandono de las riquezas terrenales le ganó adeptos, quienes terminaron por conformar la Orden Franciscana, aprobada por el papa Inocencio III, en 1209.
 
Esta escultura representa al santo italiano descalzo y vistiendo un hábito azul con decoraciones vegetales. La tonsura de su cabeza es signo de consagración a Dios. En sus manos sostiene dos de sus característicos atributos iconográficos: la calavera, que simboliza el desprecio del mundo material; y los estigmas, o señales de la Pasión de Cristo, que según se cuenta recibió en 1224, en una cueva del monte Alvernia.
 
La Orden Franciscana arribó de manera temprana al Nuevo Mundo junto con los conquistadores. Su misión era propagar la fe católica. El primer enclave de los franciscanos en territorios neogranadinos fue la malograda ciudad de Santa María la Antigua del Darién, actual Urabá, lugar en el que permanecieron hasta 1524. Desde allí avanzaron hasta llegar a Santafé, donde establecieron su primer convento en la zona sur de la ciudad, hacia mediados del siglo XVI. Años después, la Orden decidió trasladarse hacia el norte, argumentando que en su ubicación original se encontraban alejados de la feligresía.
 
Además de jugar un rol determinante en la evangelización de la sociedad, la Orden de los Franciscanos tuvo gran importancia en la vida urbana santafereña. Su convento y la Iglesia de san Francisco, que se establecieron en la zona de la Plaza de las Yerbas (hoy Parque Santander), marcaron el límite norte de Santafé y se convirtieron en uno de los núcleos del crecimiento urbano de la capital durante la época colonial.