San Francisco de Asís
Pieza anónima
Madera tallada y tela encolada policromadas
150 x 57 x 67 cm
Siglo XVIII
San Francisco de Asís (1181/1182-1226) nació en Italia. Joven aún, renunció a los privilegios económicos y sociales a los que tenía derecho por herencia familiar. A cambio, prefirió la austeridad y una vida dedicada a la oración. Inspirados por su determinación, muchos le siguieron, algunos incluso se hicieron discípulos suyos y se vincularon, más adelante, a la Orden Franciscana, aprobada por el papa Inocencio II en 1209. Una de sus seguidoras, Clara de Asís (1194-1253), fundó la rama femenina de los franciscanos, la Orden de Santa Clara.
El antiguo convento de Santa Clara de la ciudad de Santafé perteneció a esta orden femenina. Las monjas que allí vivieron, fieles a la espiritualidad y a los valores franciscanos, procuraban observar la pobreza, la oración, el ayuno y la penitencia. La presencia de imágenes del santoral franciscano responde al deseo de conocer e imitar a quienes fundaron e impulsaron esta orden. La escultura San Francisco de Asís, ubicada en uno de los nichos del retablo mayor, pertenece a este conjunto. Es de señalar, que la figura del santo italiano no solo inspiró a las monjas como ejemplo de vida, su imagen también fue usada por la Iglesia católica en el proyecto de evangelización de los pueblos nativos americanos.
Esta escultura de gran formato retrata al religioso descalzo; un hábito café con decoraciones vegetales doradas le sirve de vestido. En su mano izquierda sostiene uno de los atributos iconográficos que lo distinguen: la calavera, símbolo de su desprecio del mundo material. Su pie se apoya sobre un orbe, gesto que simboliza el dominio y poder de Cristo sobre el mundo.
Por el amor y cuidado que profesó hacia las aves, mamíferos y otras especies, san Francisco es considerado hoy santo patrono de los animales. Para él, todos los seres vivos son creaciones de Dios, por esto los consideraba, al igual que a todos los hombres y mujeres, ‘hermanos’ suyos, y por esto mismo los trataba con respeto. En algunas escenas de su hagiografía se narra que el santo podía comunicarse con los animales, don que se puso de manifiesto en varios de los milagros que se le atribuyen, entre ellos, la famosa Predicación a las aves.
La cercanía e inmenso respeto por la naturaleza, también es la base del centro del sistema de pensamiento y conocimiento de uno de los cuatro pueblos que hoy habita la Sierra Nevada de Santa Marta: el pueblo arhuaco. Para este grupo, la tierra es la Madre, pues tiene la capacidad de dar la vida a todos los seres del cosmos, y fue la encargada de producir todo lo que podemos observar a nuestro alrededor.
Según la tradición arhuaca, entre todos los seres debe mantenerse un equilibrio, hoy roto por las acciones humanas que han llevado a la crisis climática que hoy vivimos. Así, los mamos, líderes espirituales de estas comunidades, se encargan de mantener ese balance, siguiendo lo que ellos conocen como ‘Ley de la Madre’ o ‘Ley de Origen’, en donde se agrupan diversos conocimientos y prácticas ancestrales que se muestran en el territorio y que rigen la existencia y convivencia de todos los seres existentes en el cosmos.