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Pieza del mes - Abril 2018 - Museo Santa Clara

San Julián Obispo

Anónimo

Óleo sobre tela

104 X 56 cm

Siglo XVII


San Julián de Cuenca (1128-1208) fue un santo castellano de la Edad Media. Enseñó teología en la Universidad de Palencia, y años más tarde se retiró al convento de Santo Domingo de Silos, donde llevaría una vida eremítica. Posteriormente fue nombrado obispo de Burgos (España), ciudad en la que murió. Generalmente se le representa con su vestimenta pontifical y los siguientes atributos: una de las canastas que, según la tradición, fabricaba él mismo para venderlas y favorecer a los desamparados; y un pan, símbolo de la caridad. En este óleo, el santo castellano está representado con su vestimenta obispal, a sus pies aparece la canasta. A un costado suyo, y arrodillada, se aprecia la figura de un mendigo que recibe una moneda de manos de san Julián, acción que enfatiza una virtud cristiana por excelencia: la caridad.


A la altura de las rodillas del santo burgalés, una figura femenina contempla una calavera. Esta imagen corresponde a la de Mariana de Jesús, virgen penitente y santa quiteña que vivió en la segunda mitad del siglo XVII. Si bien la Azucena de Quito, como es conocida, no escribió una autobiografía, su figura de mística fue difundida por sus confesores y biógrafos. El testimonio más temprano de su vida se encuentra en un sermón que predicó el padre Alonso de Rojas en 1646, durante las exequias fúnebres de la santa. En esta predicación, el padre quiteño enfatiza el ascetismo religioso, los martirios corporales y la figura de la Imitatio Cristi, todos principios y modelos ejemplares a seguir para la población de Quito. Es importante señalar que varias hagiografías de Mariana de Jesús, así como diversas tradiciones populares señalan que fue gracias a su religiosidad y sacrificio que Quito se salvó de una serie de terremotos que azotaron a la ciudad en 1645. Al igual que Marina de Escobar, beata presente en otro óleo del Museo Santa Clara, fue hija espiritual de la Compañía de Jesús. Su iconografía, al igual que la de muchos santos postridentinos, viene de retratos suyos que la presentan en actitud orante y meditativa frente a una calavera, símbolo barroco de reflexión ante la conciencia de lo efímero de la vida humana.


Así, esta pieza pone en una misma escena las iconografías de dos figuras religiosas: la de san Julián Obispo y la de santa Mariana de Jesús, para dar modelos ejemplarizantes a las monjas del convento de Santa Clara. En este caso, las dos imágenes serían modelos de religiosidad y caridad, entendidas bajo la perspectiva de la devoción moderna y los principios del Concilio de Trento.