Incensario
Pieza anónima
Plata martillada, cincelada y calada, con cadenería
79 x 125 cm
Siglo XVIII
La iglesia del antiguo Convento de Santa Clara debió albergar gran número de piezas labradas en plata. Sin embargo, el proceso de exclaustración, ocurrido en 1863 tras el decreto de Desamortización de Bienes de Manos Muertas ordenado por el entonces presidente Tomás Cipriano de Mosquera (1798-1878), y el desplazamiento de la sede del antiguo convento hicieron que este patrimonio se extraviara. Por ello, cuando la otrora iglesia pasó a ser sede del hoy Museo Santa Clara, se reunió un conjunto pequeño pero significativo de piezas que nos recuerdan a las que seguramente sirvieron a las clarisas en el culto divino.
Es el caso de este Incensario, objeto utilizado, según la costumbre cristiana, para la quema de resinas aromáticas en las diversas celebraciones litúrgicas. Tal práctica está documentada en el Antiguo Testamento, donde se indica que en el Templo de Salomón el incienso se quemaba en un altar de oro no solo para aromatizar y limpiar los ambientes sagrados sino, principalmente, para alabar a Dios. Desde el siglo IV, comenzaron a instalarse incensarios en los altares, pues se pensaba que el aroma de las resinas que allí se consumían disuadiría a Dios de iniciar el Juicio o de enviar castigos sobre los hombres.
En el contexto cristiano, el incienso se emplea para acompañar algunos ritos, como las procesiones de entrada a la misa o la elevación de la eucaristía, teniendo así un importante valor simbólico y espiritual. La pieza que se conserva hoy en el Museo Santa Clara tuvo también considerable valor material, pues la plata fue muy apreciada durante la Colonia. Si bien las reglas de la Iglesia no disponían que el ajuar litúrgico se fabricase en plata, durante el periodo colonial se labraron algunos ejemplares en este metal, pues con él la pieza se mantenía prácticamente intacta al quemar en su interior el incienso. Decorado con motivos vegetales, este incensario cuenta con orificios calados en la plata que facilitan la difusión del humo aromático en el recinto.
El uso del incienso no es exclusivo de la cristiandad, sino que hace parte de rituales de diversas culturas y tradiciones. Disponible en diferentes formatos, se usa con propósitos variados. Así, por ejemplo, el incienso asume funciones terapéuticas en ciertas medicinas. En otros ámbitos, su humo se emplea como insecticida e incluso, en una esfera más popular, se cree que determinados aromas atraen la prosperidad, la felicidad, la buena suerte y la fortuna, el amor o la salud. Desinfectar el ambiente, alejar los “malos aires”, las malas energías o los problemas y expulsar malos espíritus se cuentan también entre los beneficios que se le atribuyen.
El uso de plantas y maderas que, tras calentarse emiten humos aromáticos, es de gran importancia para diversas comunidades indígenas de nuestro país que, desde hace siglos, han utilizado estas prácticas en rituales, como medio de purificación y conexión con la naturaleza y los ancestros. Entre estas comunidades, el uso de humos aromáticos también hace parte de la medicina tradicional, como método para aliviar síntomas de enfermedades y dolencias. Así, por ejemplo, en este tipo de prácticas se acude a los aromas de diversas plantas durante el periodo de recuperación de las mujeres tras el parto, pues estas hierbas, tanto en infusión como quemadas, mejoran la salud.