Inmaculada Concepción y los cuatro padres de la Iglesia católica
Pieza anónima
Durante la noche del 7 y la madrugada del 8 de diciembre, las casas y calles de Colombia se iluminan con velas. Esta tradición se conoce como Día de las Velitas y está relacionada con la fiesta de la Inmaculada Concepción, oficializada en 1854 por el papa Pío IX. Algunos relatos indican que la noche antes del decreto papal, los fieles decidieron esperar las noticias en la Plaza de San Pedro, en el Vaticano, acompañados de velas y faroles. Hoy, el acto de prender estos objetos se utiliza no solo por parte de los fieles para pedir favores o la intercesión de María, sino también como un acto que trasciende lo religioso y se convierte en un espacio para compartir en compañía de familia y amigos. Con esta fecha se da inicio a las festividades de fin de año.
El dogma de la Inmaculada Concepción sostiene que, aunque santa Ana y san Joaquín concibieron a María mediante una relación carnal, la Virgen se encuentra libre del llamado ‘pecado original’. La fuente más antigua en la que se hace referencia a esta creencia es el protoevangelio de Santiago, escrito entre los siglos II y IV y considerado apócrifo.
Sin embargo, el surgimiento de estos postulados dio pie a numerosas disputas en Europa desde la Edad Media, especialmente entre las órdenes religiosas, pues no todas coincidían con esta idea. En territorio americano, con los procesos de Conquista y Colonia, esas disputas continuaron vigentes: mientras los franciscanos y jesuitas aseguraban que la Virgen había sido concebida libre de pecado, los dominicos rebatían esta creencia. Las discusiones solo se resolvieron hasta el siglo XIX, cuando se oficializó la fiesta a la Inmaculada.
De esta forma, las imágenes que ilustran esta idea, por ejemplo, Inmaculada Concepción y los cuatro padres de la Iglesia católica, se consolidaron como herramientas para la defensa del dogma por parte de franciscanos y jesuitas. La presencia de esta imagen en el antiguo templo de Santa Clara, perteneciente a la extensión femenina de la orden franciscana, da cuenta de la importancia y el apoyo que tuvo este dogma entre las religiosas.
En el centro de la pintura vemos a María, coronada con doce estrellas alrededor de su cabeza y una luna en la parte inferior de la imagen, todos estos, símbolos con los que se describe a la mujer en el capítulo doce del Apocalipsis: “una mujer vestida de sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas” (12:1). Además, alrededor de la luna se observa una serpiente, animal que hace referencia al pecado original.
La madre de Cristo se muestra de pie sobre el anagrama “MRA”, alusivo a la Virgen. Este último se configura a partir de diferentes objetos que hacen referencia a las letanías lauretanas, rezos o alabanzas que están relacionadas con la vida y simbología de la Virgen. En los ángulos superiores de la pintura aparecen san Gregorio y san Ambrosio, mientras en la parte inferior se hallan san Agustín y san Jerónimo, todas ellas figuras que dan legitimidad al dogma de la Inmaculada.