San Marcos
Pieza anónima
Yeso vaciado y policromado
40 x 31 cm
Siglo XVIII
El púlpito tuvo un importante papel en la liturgia católica que se impartía durante el periodo colonial en la Nueva Granada. Era allí donde, además de comentar los sucesos públicos, se proclamaba el sermón, discurso dado por el sacerdote en español durante la misa con el fin de promover un modelo de comportamiento y de sociedad cuyo centro fuera la devoción religiosa.
El púlpito que hoy vemos en el Museo Santa Clara fue diseñado siguiendo una estructura hexagonal en la cátedra, estructura sobre la que se paraba el religioso cuando recitaba su pregón. Esta se encontraba decorada originalmente con cuatro tablas taraceadas en forma de retícula, motivo que representa la puerta al Cielo. En la primera mitad del siglo XVIII fueron incorporados los relieves de los cuatro evangelistas, entre los cuales está San Marcos. Se trató de un conjunto de personajes muy representados en las cátedras durante los siglos XVII y XVIII, al considerarse que simbolizaban los cuatro rostros de Dios y el tetramorfos, que hace referencia a la palabra evangélica del Nuevo Testamento.
En el costado oriental observamos a san Marcos. Poco se sabe con certeza de la vida del evangelista. Solamente hay algunas menciones del santo en los Hechos de los Apóstoles y en cartas de los santos Pedro y Pablo. Nació en una familia judía acomodada y, pese a no ser discípulo de Jesús, escribió su evangelio según las enseñanzas que recibió de Pedro en las prédicas en Alejandría. Luego de esto no se tienen muchas pistas del evangelista. Según algunas versiones, Marcos fue lapidado después de que el pueblo lo arrastrara por las calles de Alejandría con una soga atada el cuello.
En este caso, reconocemos al santo por su atributo principal: el león, ubicado al costado derecho del panel. Su asociación a este felino se debe a que, en el capítulo inicial de su Evangelio, Marcos se refiere al rugido del león como “la voz que clama en el desierto”. El santo, por su parte, se encuentra frente a un libro y sostiene con su mano una pluma, elementos que hacen referencia a la escritura del Evangelio.
San Marcos se considera el santo patrono de los vidrieros, aunque las razones de esto no son del todo claras. Se dice que en el siglo IX dos venecianos robaron las reliquias del santo, escondidas en una gruta por los discípulos, y las transportaron secretamente a Venecia, ciudad de la que es patrono.
Desde 1255, en esta ciudad italiana se estableció una próspera industria de frascos y espejos de vidrio, debido a la calidad de los materiales utilizados y la experticia de los artesanos de Murano. Con la llegada de los europeos a América y el crecimiento de las urbes, los objetos de vidrio y cristal, muy estimados bienes del mercado suntuario en la Nueva Granada, debieron importarse en su totalidad. Mientras que, desde el siglo XVIII los espejos venecianos comenzaron a incorporarse en la decoración de las casas, otros vidrios y cristales prestigiosos se trajeron de España, donde se ubicaba la Real Fábrica de Cristales de La Granja, fundada por el rey Felipe V en 1727, en San Ildefonso.
A fin de dar reconocimiento al oficio del vidrio, se creó el Museo del Vidrio de Bogotá desde una perspectiva local y comunitaria, que luego de constituirse como corporación cultural en 2010, fue reconocido como entidad museal en 2013. Sus colecciones se han conformado a partir de obras del siglo XX y XXI, ingresando a modo de donaciones por parte de maestras y maestros vidrieros, e instituciones como fábricas y talleres. Por medio de ellas, además de centrarse en este oficio, el museo ha buscado evidenciar cómo este ha definido la historia del barrio San Cristóbal, zona donde se ubica la institución.
Si quieres conocer en detalle cómo ha sido el desarrollo de este oficio en nuestro país, te invitamos a que visites el Museo del Vidrio en Bogotá.