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San Martín de Porres 

Pieza anónima  
Madera tallada y policromada 
26 x 13 x 4 cm 
Fines del siglo XVIII-comienzos del XIX 

 

Nuevas adquisiciones ingresan al Museo Colonial de manera continuada. Con ellas se busca ampliar nuestra perspectiva sobre el periodo colonial y reconocer sus pervivencias en el tiempo. Entre los ingresos recientes hay una escultura de pequeño formato titulada San Martín de Porres. 

Hijo de un español y de una mujer afro, Martín de Porres nació en Lima, en 1579. En su juventud fue barbero, por lo que adquirió también conocimientos de medicina. Pese a la oposición de su padre, decidió consagrarse a la vida religiosa y solicitó que se le admitiese en el convento dominico de Nuestra Señora del Rosario de su ciudad natal. Allí ingresó en calidad de donado, es decir, se comprometía a servir durante toda su vida a la orden sin establecer vínculos con la comunidad y con el beneficio de vestir el hábito religioso propio de la orden. Fue conocido por llevar una vida de austeridad y penitencia, y por su espíritu de oración y unión con Dios. Por sus conocimientos previos, además de otras labores, a Martín se le confió el oficio de enfermero. Pobres y enfermos que acudían al convento, eran recibidos por Martín, quien los trataba con medicinas hechas con plantas que él mismo cultivaba. 

La escultura representa al santo vistiendo el hábito de donado dominico: túnica blanca, escapulario negro y capa del mismo color. En sus manos, hoy ausentes, debió sostener alguno de los atributos con los que se le reconoce. Hoy, el orificio de los antebrazos permite ver el mecanismo constructivo mediante el que se ensamblaban las partes de este tipo de esculturas. Las extremidades, en efecto, se tallaban como piezas independientes, de este modo era posible un trabajo escultórico más minucioso y por lo tanto, más realista. Los ojos de vidrio, usados con frecuencia en las esculturas coloniales, también buscaban un efecto de realidad con el que se pretendía acercar al observador a la figura del santo. 

Un reciente proceso de restauración de esta pieza reveló que la escultura se repintó en algún momento a fin de esconder el color de piel original. Este tipo de práctica pone de manifiesto el racismo presente desde el periodo colonial, donde los individuos afro, considerados seres ‘sin alma’ por su color de piel, en la mayoría de los casos eran esclavizados y sometidos a malos tratos. 

La historia de esta escultura despierta reflexiones sobre los motivos, estrategias y pervivencia del racismo, vigente aún en nuestro contexto. Por esto, las raíces que sustentan y hacen perdurar esta práctica, deben cuestionarse. ​


Equipo Curaduría